miércoles, 23 de octubre de 2013

Un nuevo viaje hacia la vida

He llegado a un punto en el que aunque me de un poco de miedo la palabra cambio, es necesario. A veces tenemos miedo de cambiar una rutina, porque no sabemos lo que nos espera, nuestra cabeza da vueltas y vueltas pensando lo peor. Pero, ¿por qué? Un cambio muchas veces es liberador, es una forma de madurar, de desahogarse, de ampliar horizontes... en definitiva, es necesario. Y para cambiar hay que dejar los miedos y los problemas a un lado, porque nos frenan y no podemos seguir avanzando. Hay que estar atentos al presente, así el pasado no nos distraerá. 

Después de esta reflexión, sé que ha llegado mi momento de cambio.

De equipaje para esta nueva etapa solo me puedo llevar una buena dosis de positivismo, buenos recuerdos, mucho cariño, ganas de aprender y disfrutar, expectación, un poco de nervios, una gran sonrisa en la cara y los cinco sentidos bien alerta.

Otra cultura, otro idioma, otra forma de buscarse la vida, nueva gente con la que convivir, muchas cosas que aprender, más responsabilidad, más respeto, muchas ganas de conocer, que saborear, que tocar, que sentir, que admirar... En una semana comenzará para mi este nuevo viaje y, ¿sabéis qué?... Tengo muchas ganas de emprenderlo.








“Las personas cambian cuando se dan cuenta del potencial que tienen para cambiar las cosas”
Paulo Coelho

martes, 25 de junio de 2013

Dejar a sus alas volar




Revolucionaba, no solo su mundo, sino el de todo aquel que la rodeara. Era un alma pura, lo más parecido al concepto de libertad. Era fuerte, valiente, decía su opinión o callaba en los casos perdidos, luchaba contra todo aquello que le pareciera injusto, no se ataba a nadie ni a nada, tan tímida y a la vez tan extrovertida, su sonrisa irradiaba un halo de felicidad que era envolvente, nadie podía contenerse a esa muestra de afecto, de calma, de bienestar. Ayudaba en todo lo que podía, era feliz haciendo más fácil la vida de los demás.
Creía en el amor, pero no en ese amor posesivo, sino en el amor a las cosas, el amor hacia el mundo, en la complicidad y el respeto.
Escribía en algunos momentos, tocaba cualquier instrumento que le viniera en mente, en otros; siempre estaba dispuesta a aprender, bebía de la sabiduría de los demás; bailaba cuando necesitaba soledad, hablaba sin parar, leía, cantaba, lloraba, reía... Le gustaba expresarse, amaba la vida.

Yo una vez le dije: "Pequeña, ahora no te das cuenta, pero cuando crezcas te intentarán cortar las alas, te querrán dominar, domesticar. No les dejes, eres tan real, tan viva, que asustas. Pero todos querrán tenerte para sí mismos. Hazme un favor, cuando llegue ese momento: ¡corre!, ¡vive!... Nunca dejes que te quiten tus ganas de volar".

Y así fue, esta pequeña alma sigue corriendo por el mundo. Si algún día notáis un pequeño cosquilleo cuando estéis frente a ella, la habréis encontrado. En ese caso, queredla, respetarla, así ella nunca se marchará.


domingo, 23 de junio de 2013

La autenticidad del mundo

Si solo vemos lo superficial de las cosas es que estamos verdaderamente ciegos. Para ver, hace falta profundizar y llegar a conocer.

Hemos creado una sociedad que vive de eso que llamamos consumismo. Constantemente estamos siendo bombardeados por imágenes. Imágenes que nos definen como colectivo, que nos intentan imponer una forma de vestir, de comportarnos, de lo que debemos comprar, de lo que hay que tener... en definitiva, de vivir. Nos hacen creer que consumiendo más, teniendo más cosas tendremos una calidad de vida mayor. Nos intentan dominar. Puede que tengamos más cosas que nos faciliten la vida, pero ¿y mentalmente?, ¿y emocionalmente? Estamos tapando con tantas cosas físicas toda nuestra capacidad de sentir, de expresar, de raciocinio. Estamos perdiendo valores. No deberíamos olvidar que lo que realmente vale la pena no se compra.

Si ir de compras cuando tienes un problema, en vez de sentarte a pensar en cómo resolverlo, es la solución; si vestir de marca parece que nos da más valor como persona; si comprarles móviles a los niños de 10 años es ser mejor que aquellos padres que les regalan una pelota y juegan con ellos; si juzgar a una persona por su aspecto parece bastar; si con tal de ganar algo vale mentir, pisar a los demás, pelotear, comprar... en vez de ganarlo con esfuerzo; si hablar con una persona por teléfono, chats, etc está bien, pero luego físicamente no se es capaz de intercambiar una palabra; si solo nos van a juzgar por todo lo que tenemos y lo que importa es tener las cosas de última generación... Yo no estoy de acuerdo. No quiero formar parte de eso. Como dijo el gran Groucho Marx: "Paren el mundo que me bajo".

Yo quiero hablar con las personas, discutir, argumentar, quiero expresar mis opiniones y mis sentimientos, quiero llegar a conocerlas. Quiero vestir como me de la gana sin que me juzguen por ello, quiero hacer las cosas que me gustan sin que por ello me encasillen en un sitio o en otro (siempre que no atente con la libertad y los derechos de otra persona), consumir en su justa medida, quiero que esta sociedad de etiquetas me deje en paz. Quiero fijarme más en el fondo de las cosas, llegar a ver su autenticidad y no quedarme solo en las apariencias, en lo superficial. Quiero un mundo más auténtico.

Para mi, una puesta de sol, una excursión, una conversación con una persona que me importe, poder sentarme en el piano, tocar y emocionarme, expresar,... caminar por el campo y escuchar los sonidos que este nos ofrece, conocer sitios nuevos, poder ver una película con mi hermana y comentarla, discutir y debatir con mi familia, hablar del día a día, y otras muchas cosas... son mucho más importantes que tener un móvil de última generación o una camiseta de yo qué sé que diseñador.


Y aquí termina mi pequeña reflexión sobre este mundo en el que me ha tocado vivir.




jueves, 25 de abril de 2013

Queda prohibido no vivir


"¿ Qué es lo verdaderamente importante ?,
busco en mi interior la respuesta,
y me es tan difícil de encontrar.

Falsas ideas invaden mi mente,
acostumbrada a enmascarar lo que no entiende,
aturdida en un mundo de falsas ilusiones,
donde la vanidad, el miedo, la riqueza,
la violencia, el odio, la indiferencia,
se convierten en adorados héroes.

Me preguntas cómo se puede ser feliz,
cómo entre tanta mentira puede uno convivir,
cada cual es quien se tiene que responder,
aunque para mí, aquí, ahora y para siempre :
queda prohibido llorar sin aprender,
levantarme un día sin saber qué hacer,
tener miedo a mis recuerdos,
sentirme sólo alguna vez.

Queda prohibido no sonreír a los problemas,
no luchar por lo que quiero,
abandonarlo todo por tener miedo,
no convertir en realidad mis sueños.

Queda prohibido no demostrarte mi amor,
hacer que pagues mis dudas y mi mal humor,
inventarme cosas que nunca ocurrieron,
recordarte sólo cuando no te tengo.

Queda prohibido dejar a mis amigos,
no intentar comprender lo que vivimos,
llamarles sólo cuando les necesito,
no ver que también nosotros somos distintos.

Queda prohibido no ser yo ante la gente,
fingir ante las personas que no me importan,
hacerme el gracioso con tal de que me recuerden,
olvidar a toda la gente que me quiere.

Queda prohibido no hacer las cosas por mí mismo,
no creer en mi dios y hacer mi destino,
tener miedo a la vida y a sus castigos,
no vivir cada día como si fuera un último suspiro.

Queda prohibido echarte de menos sin alegrarme,
olvidar los momentos que me hicieron quererte,
todo porque nuestros caminos han dejado de abrazarse,
olvidar nuestro pasado y pagarlo con nuestro presente.

Queda prohibido no intentar comprender a las personas,
pensar que sus vidas valen más que la mía,
no saber que cada uno tiene su camino y su dicha,
pensar que con su falta el mundo se termina.

Queda prohibido no crear mi historia,
dejar de dar las gracias a mi familia por mi vida,
no tener un momento para la gente que me necesita,
no comprender que lo que la vida nos da, también nos lo quita."

Alfredo Cuervo Barrero